Ahora bien, expertos afirman que la asertividad es una cualidad que personas emocionalmente sanas practican de forma hasta intuitiva. Pero también es una habilidad que se puede aprender. En este artículo daremos algunos consejos para reforzarla.
La asertividad cae justo en el medio entre la pasividad y la agresividad. Una persona que tiene su autoestima alta y sus prioridades claras, sabe lo que le conviene y cuándo y cómo decir no a los requerimientos de los demás. Está muy consciente de que puede estar siendo manipulada a través de los sentimientos o la culpa, y no permite que lo hagan.
No se trata de ningún modo de ser egoísta o centrado en sí mismo, sino de entender que no se puede pasar la vida complaciendo peticiones de los demás y dejando sus propias necesidades de lado. También sabe cuándo ayudar a los demás, sin perder de vista su propio bienestar.
Una persona asertiva no es agresiva. Los agresivos hacen lo que quieren, sin importarle los sentimientos y necesidades de los demás. Incluso atropellan si es necesario. Una persona asertiva, cuando dice que no, lo hace con amabilidad y empatía, haciéndole ver al otro que hay razones de peso para su negativa y dejándole saber que entiende sus necesidades.
Ser asertivo tiene varias ventajas:
- Menos estrés al no comprometerse en actividades que no podrá cumplir, sin sentirse culpable.
- Más posibilidades de llegar a un acuerdo en el que las dos partes ganen.
- Mayor autoestima y autoconfianza al emprender actividades propias.
- Mayor capacidad para resolver problemas propios, y como mediador en conflictos de terceros.