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Andrea Gabrielle Chaín

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Inspirada en la labor de su madre y la de Blake Mycoskie, fundador de Toms, ella está dispuesta a calzar a los niños de Honduras.

18/feb 2014

La expresión de su rostro y la forma en que habla delatan su alma noble que inspirada por la labor altruista de su madre y guiada por un sueño fue capaz de atraer la atención del famoso diseñador norteamericano Blake Mycoskie, fundador de Toms Shoes, a quien le escribió para solicitarle ayuda para los niños desamparados de Honduras.

Para ese entonces, Andrea Gabrielle Chahín tenía apenas 15 años y su corazón latía contagiado por el entusiasmo que le causaba acompañar a su madre Vivian Chahín a sus actividades como presidenta del Hogar de Niños Emanuel, que alberga y educa a niños desprotegidos.

Decidió ayudar, antes lo había hecho recolectando fondos para el hogar y también compartiendo con los niños en torneos de fútbol. Pero esta vez quería hacer algo más. Su pasión por el voluntariado la descubrió desde muy pequeña, cuando acompañaba a su mamá al hogar y donde al ver el trabajo que ahí se hacía, se ilusionó mucho.

Su sueño se cristalizó cuando sin imaginarlo el presidente de la Fundación Toms le contestó que sí apoyarían su ini-ciativa, pero que debía fundar una organización receptora y distribuidora de los zapatos.

Ella aceptó y comenzó la aventura de recibir solicitudes y visitar escuelas en diferentes departamentos del país, como Cortés, Santa Bárbara, Copán e Islas de la Bahía, entre otros.

Y así nació Caminando con Amor, una organización sin fines de lucro que recibe miles de solicitudes y que luego se reúne con los directores de los centro educativos para conocer las necesidades de los escolares.

Luego de culminar su bachillerato en la Escuela Internacional Sampedrana, Andrea se mudó a Boston, Massachusetts, donde actualmente cursa el segundo año de la carrera Emprendimiento de Empresas con Fines de Desarrollo Social.

¿Su propósito? Darle seguimiento a sus sueños de ayudar a que la niñez hondureña tenga una mejor calidad de vida. Sus pasos han sido seguidos por revistas internacionales como Vogue, resaltando sus sentido altruista y desinteresado.

A pesar de la distancia y sus responsabilidades en la universidad, ella sigue gestionando ayuda para extender los beneficios del proyecto a más ciudades, municipios y aldeas del país "para que más niños tengan un calzado digno para asistir a los centros educativos y que puedan ser hombres y mujeres con mejores oportunidades".

Y es que ella, al igual que muchos en el mundo, cree que la educación es vital para que los países en desarrollo salgan adelante. Son muchas las personas que la han inspirado a realizar esta labor, que más que un trabajo es un privilegio que conlleva responsabilidades, pero que disfruta mucho, especialmente cuando viaja a las escuelas, conoce a los niños y les coloca sus zapatos.

"Realmente ver sus rostros de alegría es hermoso. Hay tantos que nunca han usado zapatos y caminan grandes distancias para asistir a los centros educativos de su comunidad", concluye con emoción.

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