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Evagrace Torres

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Despedimos nuestra edición de marzo con una entrevista única a cada uno de los participantes en nuestra portada de marzo que están creando proyectos y contando historias fabulosas dentro de la cinematografía nacional

28/mar 2018

El arte, en todas sus manifestaciones, ha sido el motor de su vida desde siempre. Hija de una actriz de planta del Teatro Nacional Manuel Bonilla en la época dorada de ese género en Honduras, y de un amante de la música y los bailes clásicos, era casi natural que Evagrace Torres dedicara su vida a la cinematografía.

Creció entre clases de idiomas, piano, canto y ballet, y en sus juegos de niña era actriz y recreaba las historias que veía en pantalla. "Así me encontré con el cine, sintiendo que aquella pantalla era un espejo mágico que revelaba las infinitas posibilidades. Ahora me doy cuenta que quienes por accidente me cultivaron el cine más allá de las películas apropiadas para mi edad fueron mi hermana y mi papá. Con frecuencia se sentaban juntos a ver la trilogía de El Padrino. En ocasiones mis padres me mandaban a dormir temprano y para no perderme las películas, me quedaba con ellos fingiendo estar dormida, y así, con los ojos entre abiertos, vi una de las versiones de El Fantasma de la ópera, Psycho, La Boda de mi Mejor Amigo, Pretty Woman...", recuerda.

Al graduarse de la secundaria emprendió el viaje de su vida a Chicago, donde estudió Artes y Ciencias Dramáticas y Cinematográficas en DePaul University. Evagrace no puede negar que eso fue lo mejor que le pudo pasar, "fue una época de mucho crecimiento y exposición a otras culturas y diversidad de pensamiento. Aprendí muchísimo de mentores y colegas. Con oportunidades como el Chicago International Film Festival y las películas que se filmaban en la ciudad, conocí a varios directores, actores y realizadores".

Pero, "mi mayor aprendizaje fue conocer a Frankie Valencia, amigo y colega de Resident Advising que inspiró a muchas personas con su liderazgo, y luego murió inesperadamente en un acto de violencia. El cine me ayudó a sobrellevar mi pena y la de mis amigos. Aprendí que es una herramienta poderosa, capaz de cambiar el mundo con propuestas y soluciones creativas, de inmortalizar a las personas al captar su esencia", dijo.

Con esa inspiración latente comenzaron sus primeros trabajos artísticos que hoy recuerda con una sonrisa, "son proyectos sencillos, ingenuos, de poca ejecución camarotécnica, pero me hacen pensar en las personas con las que los realicé".

Evagrace aprovechaba al máximo cada momento de aprendizaje en la universidad, en la que los maestros los estimulaban a utilizar el ambiente urbano de Chicago para sus proyectos, "esto permitía que nos involucráramos en los sets de películas como Public Enemies, Batman, Transformers. Se filmaban en la parte trasera de nuestro campus o a unas cuantas cuadras arriba. Nuestros propios maestros realizaban sus propios largometrajes al mismo tiempo y esto nos facilitaba obtener un puesto de empleo. Comencé en el departamento de arte, como asistente en diseño y decoración escenográfica. Luego hice de vestuarista para un piloto de serie para HBO/3NET y más adelante grabé un documental para la ganadora de Top Chef, Stephanie Izard".

La experiencia iba sumando, y pronto se vio realizando sus primeros cortometrajes y un largometraje llamado Southern Comfort, "era una producción independiente de bajo presupuesto, pero que significó un logro, ya que fue la primera obra para la cual gestioné financiación a través de un crowdfunding , cuando ese método de recaudación de fondos aún no era conocido".

La industria cinematográfica avanzaba a pasos de gigante y mientras se acercaba el momento de culminar su carrera, Evagrace se preparaba para enfrentarse a los retos de una época de muchos cambios para la producción, "intenté colocarme en un estudio como Sony Pictures, sin tener que trasladarme a Los ángeles. Una tarea casi imposible en mi época. Al final, terminé mudándome a Washington D.C. y trabajé como asistente de edición para la Fundación Ciesla".

Fue justo en esa institución, en la que trabajaba para la directora Aviva Kempner, donde tuvo la oportunidad de editar un tributo a la directora de Polonia, Agnieszka Holland, lo que la impulsó a tomar una decisión radical, "me percaté de la importancia y el impacto transformador para mí, como productora aspirante, ver el trabajo de ambas directoras, de mujeres en el cine, cuyas madres sobrevivieron la Segunda Guerra Mundial. Fue cuando decidí que tenía que regresar a Honduras e intentar hacer lo mismo que ellas hacían por sus países". Llegó y se encontró con un camino que presagiaba, muchas dificultades, pero también infinitas oportunidades. "Honduras tiene una diversidad de culturas, lugares, personajes conocidos y desconocidos, todo lo necesario para ser visto. Lo difícil es estar a la altura de lo que Honduras merece. Queremos contar historias pero aún estamos contando lo que creemos que los demás quieren escuchar, realidades impuestas por construcciones sociales ajenas a nuestra verdadera identidad. El cine hondureño marca su presencia y exclama que debemos hacerle su lugar como industria".

Con miles de ideas revoloteando en su cabeza, el talento de Evagrace se unió al de Jurek Jablonicky, con quien fundó Jablo Productions, empresa en la que desempeña el cargo ejecutivo como productora general, "es importante y casi una misión para nosotros buscar los nuevos rostros, talento y voces del cine en Honduras, por ello apoyamos a la documentalista Laura Bermúdez y a un talento prometedor como Aeden O’Connor. En este momento, Jurek es el promotor más importante del cine en Honduras, respeto y comparto su compromiso con llevar lo mejor de nuestro país más allá de nuestras fronteras". El trabajo de Evagrace nos llena de orgullo doblemente, no solo por el impacto que logra, sino también porque representa a un sector pequeño pero relevante en la industria: las mujeres, "a nivel global son una minoría en el cine. Son varios factores que contribuyen a la desigualdad de género en el ámbito laboral, pero en Honduras y Centroamérica, podemos aprender del ejemplo y evitar desde el inicio los errores antes cometidos por otros".

Orgullosa de lo que hace, del impacto de su trabajo y del rol general de las mujeres, puede decir con certeza que las hondureñas son parte de ese movimiento global de empoderamiento, "mi generación no conoce de ese momento oscuro en la historia, en el cual el concepto de empoderamiento femenino no existía. Desde la mujer más humilde, estamos cambiando nuestra mentalidad. Lo mejor que podemos hacer es enfocarnos y crear redes de apoyo y formación continua. Incentivar a que las mujeres lleguen a los cargos ejecutivos en empresas e instituciones".

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