La reunión entre las cabezas de la iglesia Católica y la Anglicana, separada de la primera desde 1534, fue de apenas 17 minutos, según indicaron fuentes del Vaticano.
Ambas partes aprovecharon el momento para intercambiar regalos entre los que se incluyeron: una canasta con jugos, miel, carne y una botella de whisky por parte de la reina, mientras que el Sumo Pontífice le dio un facsimil de un decreto que extiende el culto del exrey San Eduardo y una Cruz de Plata sobre una base de piedra lapislázuli.
Minutos antes la reina, de 87 años, quien estaba acompañada por su marido, el duque de Edimburgo, de 92 años, fue aclamada a su arribo por un grupo de personas que esperaban su paso por la Avenida de la Conciliación, de donde se accede a la plaza de San Pedro.
La soberana, vestida de lila y un clásico sombrero del mismo color, fue recibida junto con su marido en un salón anexo de la moderna sala de audiencias Pablo VI y no en el suntuoso palacio apostólico.
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El protocolo para la reunión entre los dos jefes de Estado fue aliviado debido a la edad de la pareja real británica.
'La voluntad de ambas partes es de que se trate de un encuentro informal, familiar', adelantó el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.
La visita de la reina al Vaticano coincide con el 32 aniversario del inicio de la guerra de las Malvinas entre el Reino Unido y Argentina.
El embajador británico ante la Santa Sede, Nigel Baker, descartó indirectamente que el asunto figure entre los temas a tratar y recordó que el Vaticano ha mantenido históricamente la neutralidad sobre el asunto.
