La sensación de protección que nos daba nuestro hogar se esfuma desde el momento que cruzamos la puerta hacia un mundo exterior diferente al que conocíamos antes. La respiración se agita, sentimos palpitaciones, náuseas, tensión muscular, nos paralizamos y por nuestra mente pasan la una y mil maneras cómo podríamos contagiarnos.
No temas, no eres el único. Hay que entender que se trata de un proceso psicológico que a medida pasen los días se irá diluyendo, somos resilientes, y así como nos acostumbramos a la cuarentena lo haremos al desconfinamiento.
Si la sola idea de salir te genera ansiedad, lo mejor es adoptar algunas medidas. Comienza por aceptar que esos temores son lógicos, razonables, no debes apenarte, es parte del proceso de adaptación.
El siguiente paso es establecer un plan de cómo será tu nueva rutina en el trabajo, define con antelación los horarios en que saldrás y regresarás a casa y el equipo de bioseguridad que necesitas. Si comerás en la oficina haz un menú semanal y asegúrate de llevar un almuerzo variado, agua y todos los utensilios necesarios. ¡Ordenar nuestras rutinas nos hará sentir seguros!
Es vital desarrollar una actitud positiva y flexible ante la nueva situación, recuerda que hay cosas que no puedes controlar pero somos los únicos responsables de gestionar nuestras emociones. Cree en que todo saldrá bien, la confianza es necesaria para mantenernos estables.
Todos los buenos hábitos que adquiriste durante la cuarentena deben continuarse: comer saludable y en familia, dormir 8 horas, dedicar un tiempo a la meditación o la lectura, ejercitarte, etcétera. No te asustes, seguro habrá muchos cambios emocionales, unos días te sentirás con energía y otros experimentarás angustia, no te alarmes, es parte del proceso.