Una ceremonia de gran alegría, de muchas sonrisas, pero también de alguna que otra lágrima de emoción se vivió en el
templo San Francisco, que esa noche lucía en todo su esplendor, con el brillo de pedestales de espejo con chandeliers
de cristal. En el atrio se encontraba Felipe Vaca, acompañado de sus best men, Felipe Maduro y Yugo Cuculiza.
Blanca, radiante, y con cierto aire de princesa, Merci Bueso llegó al templo del brazo de su padre, Manuel Venancio Bueso, con quien desfiló hacia el altar sobre una alfombra de 30 mil pétalos de seda, mientras los acordes de la marcha nupcial se escuchaban en todo el recinto.
La liturgia, en la que Diana Santos interpretó el Ave María, estuvo a cargo del arzobispo auxiliar de la Diócesis de Tegucigalpa, Juan José Pineda Fasquelle, ante la mirada atenta de los padres de los novios; Manuel Venancio y Aurora Bueso, Adela Kalthoff e Iván Vaca, el abuelo de la novia Jorge Bueso Arias, así como los testigos Iván y Rosalie Vaca y Juanita y Eduardo Faraj, y la dama de honor, Carmen Castañeda.
Para el día más importante de su vida, Merci lució un modelo de corte clásico del diseñador dominicano, Oscar de la Renta, con strapless de seda blanco, complementado con una chaqueta larga de encaje bordado a mano y ajustado con un cinturón con bow de seda. Un largo velo de tul ribeteado y un bouquet de peonias blancas completaron el look.
La ceremonia culminó con miradas y gestos cariñosos entre los novios, dando paso minutos después a la memorable recepción en el Centro de Convenciones del Hotel Honduras Maya. La elegancia se respiraba apenas cruzar el umbral, donde los invitados recorrieron una especie de tent con lienzos color marfil y chandeliers colgantes de cristal, que conducía al impresionante salón.
Junto a un arreglo oversize de equisetum y orquídeas phalaepnosis blancas, se encontraba el libro de firmas en el que uno a uno, los invitados dejaron su huella. La event planner, Alexandra Lockmer, convirtió el lugar en un sitio de máxima elegancia, con mesas vestidas con mantelería brocada en color rosa y sobre ellas imponentes arreglos de tulipanes blancos importados de Holanda y orquídeas phalaenopsis cultivadas en Tailandia, incrustadas en chandeliers de cristal.
Del cielo colgaban lámparas de cristal que iluminaban el salón, acentuando el toque romántico; mientras del techo, delicadas esferas de cristal caían en cascada sobre las mesas. En medio de ese escenario, el padre y el abuelo de la novia ofrecieron el brindis en honor a la feliz pareja, que minutos más tarde bailó al ritmo de su canción Everything de Michael Buble.
Los ritmos de Johnny be Good imperaron a lo largo de la fiesta nupcial en la que los invitados disfrutaron los cocteles y shots de los bares y el ambiente lounge, decorado con cojines blancos, y donde se proyectaba con luces el monograma con las iniciales de los novios.
El menú incluyó platillos típicos de occidente, así como algunas especialidades preparadas por Mónica Pedemonte y Ana María Durón. Los postres y chocolates estuvieron a cargo de Elisa Tróchez y el pastel de fantasía de chocolate blanco con una cascada de orquídeas fue elaborado por Vicky Motz.
La música no paró de sonar esa noche, en la que luego de bailar, cantar y disfrutar al máximo cada minuto, Felipe y Merci se despidieron para partir a su luna de miel en la mágica isla de Bora Bora, en la Polinesia Francesa, y por los viñedos de Napa Valley en California.