Aunque cada una brilla con luz propia, se ríen con la misma fuerza, son divertidas, sociables, intensas, determinadas y con una desbordante y contagiosa alegría de vivir. Sin duda, María Elena Cantero, su hija Melissa Callejas y su nieta Giulia Bennett, son las joyas de la familia, orgullosas herederas de un apellido que es parte de la historia más resplandeciente de nuestra ciudad.
Como parte del linaje de Alfredo Cantero, poseen muchas de las características que definen a ese famoso clan, desde su personalidad extrovertida y creatividad hasta sus ocurrencias y su fama indiscutible de ser el alma de las fiestas.
Compartir con las tres fue un privilegio. Con ellas nada es forzado ni debe seguir un estricto protocolo, al contrario, todo fluye de manera espontánea y divertida.
Frente a la cámara, se dejan ver tal cual son. Comparten más que el ADN: tienen sueños en común, un profundo respeto por el arte, orgullo de sus raíces y amor por su familia. Les apasiona la joyería, en todos sus aspectos, desde la conceptualización, diseño y proceso de creación hasta la imagen que proyectan y la venta final.

El origen
En realidad, no podemos hablar de ellas, sin antes retroceder a comienzos de la década de 1920, cuando Alfredo Cantero llegó a Honduras procedente de su natal Bluefields, Nicaragua, huyendo de la inestabilidad política que culminó en Guerra Civil. Su primera parada fue Puerto Castilla, Colón, donde desembarcó con incertidumbre, y aunque no era su destino final, decidió quedarse. Tenía apenas 20 dólares en el bolsillo ¿Cómo sobreviviría en ese pequeño pueblo en el caribe hondureño?
Era un chico de 21 años, fuerte, optimista y sociable, que al terminar la secundaria se rehusó a ingresar a la universidad y en su lugar decidió aprender el arte y los secretos de un relojero y joyero suizo, inquilino de sus padres en Bluefields.
Para sobrevivir, puso en práctica aquellas enseñanzas, lo hizo en un pequeño local improvisado donde comenzó reparando máquinas de escribir. La visión y la perseverancia, que también corre por las venas de su descendencia, lo llevaron a San Pedro Sula, donde pronto fundó junto a un socio Robles & Cantero, su primera y exitosa incursión en la joyería. En esa ciudad conoció a Mela Rodríguez, el amor de su vida y el pilar de su familia. Se casaron y luego del nacimiento del primero de sus ocho hijos, se mudaron a Tegucigalpa.
Pronto abrió Joyería Cantero, un modesto establecimiento que comenzó a operar muy cerca del Parque Central y que marcaría un antes y un después en la industria orfebre en Honduras. Luego se mudó a la calle peatonal, donde construyó el primer edificio de ocho pisos de Tegucigalpa. Era joyería, relojería y óptica, pero también era el sueño cumplido de un visionario, un hombre íntegro que enseñó a sus hijos el valor del trabajo. Cantero se convirtió no solo en la más grande y prestigiosa joyería del país sino en el legado de un hombre de extraordinaria trayectoria.

Al recordarlo, la emoción de María Elena, la cuarta hija del matrimonio, se hace evidente. Relatar su historia familiar la hace sentir orgullosa de su origen. “Mi infancia fue bellísima”, cuenta y agrega, “mis padres se dedicaron a nosotros totalmente. Mi papá era un hombre muy alegre que amaba a su familia y su trabajo y mi mamá siempre estaba en casa, pendiente de nosotros. Como a ella no le gustaba que fuéramos a otras casas, nuestros amigos venían a la nuestra. Siempre había como veinte personas. Teníamos una mesa grande donde comíamos juntos”.
Recuerdos memorables
En esa casa habitaba la alegría. Las risas eran constantes, el buen humor, calidez e ingenio de Alfredo Cantero era parte del encanto de la antigua Tegucigalpa, al punto que, en sus visitas al país, los representantes de Rolex, esperaban con ansias el momento de compartir en la mesa con la singular, bulliciosa y extensa familia de su distribuidor oficial.
Era un personaje muy querido, extrovertido, que conversaba con todos por igual, desde el expresidente Juan Manuel Gálvez hasta los empleados de la joyería, todos disfrutaban sus pláticas, rodeados de las últimas creaciones que brillaban en las vitrinas del emblemático establecimiento.
Las vacaciones eran lo más esperado para los hijos de Alfredo y Mela, que pasaban días memorables en su casa en El Hatillo, a donde también llegaban amigos de la familia. “hacíamos fiestas, mi papá llevaba orquestas, él era muy bailador... todos soñaban con ir a esas reuniones”, dice.
A los 15 años, María Elena fue enviada a estudiar la secundaria a un colegio católico en Estados Unidos, “las monjas eran muy estrictas, pero yo siempre estaba alegre. Era muy amiguera”. A su regreso, y como era de esperarse, se involucró de lleno en el negocio familiar, donde desarrolló su talento especial para las ventas y su exquisito gusto para las compras.
“La Joyería Cantero era una maravilla para nosotros. Ahí trabajábamos mis hermanos y yo, y para nosotras era un centro de reunión de toda Tegucigalpa. Con Julio y Eleonora viajábamos mucho a Europa y pedíamos muchas cosas, como los mejores cristales de Lalique y Baccarat, y relojes de marcas que ya no están aquí como Rolex, de los que fuimos representantes 75 años. Teníamos joyería bellísima. Mi papá comenzó vendiendo joyería maya de oro, la plata casi no se usaba antes, incluso se hacían las hebillas de oro con las iniciales de cada persona. Todo era hecho a mano, no había máquinas”.

La tercera generación
A donde iba, a María Elena le gustaba lucir impecable, complementando sus looks con joyas que captaban la atención de todos y que en más de una ocasión le pidieron que se las vendiera. Algo a lo que definitivamente no se podía negar.
Llegó el momento de formar su familia y tener hijos. Así llegaron al mundo Iliana, Carlos Humberto, Melissa, Sandra y María Elena Callejas Cantero, la tercera generación y justo la que continuaría con el legado de su abuelo. “El primero que empezó a demostrar su interés por la orfebrería fue Carlos. Se iba directo de la escuela a la joyería, donde mi papá le daba pedacitos de plata para que hiciera sus piezas”, recuerda María Elena y agrega, “él me decía, ‘no te ilusiones con que sea doctor o ingeniero, ese muchacho va a ser joyero’, y así fue”.
La maternidad la combinó con su rol en Cantero, donde seguía a cargo de las compras y también disfrutaba las ventas, “siempre me gustó trabajar, yo no soy de estar en casa”, dice María Elena, quien, a punto de cumplir 87 años, se mantiene activa y en perfecta condición física. “Nunca fui de comer mucho. La verdad para mí era un sufrimiento cuando nos llamaban a almorzar a todos a la mesa porque a mí no me gustaba comer, solo se me apetecían frutas y aún ahora es así”, refiere.
Un brillante legado
A mediados de los años noventa, Alfredo Cantero murió, heredando a su familia su legado y espíritu visionario. Más de un siglo después de su llegada a Honduras, sus nietos Carlos Humberto y Melissa mantienen viva la tradición orfebre a través de Casa de Oro.
Esos recuerdos hacen brillar los ojos de María Elena, quien no puede evitar sentirse orgullosa y agradecida por todo lo recibido, “como todos, he tenido problemas, pero he sido muy feliz. Me alegra ver como mis hijos salieron adelante. La historia de mi papá es una lección de vida para ellos, su dedicación al trabajo y a su familia los inspira”.
En esta etapa, disfruta más que nada la compañía de sus hijos, nietos y de su primera bisnieta, así como de su actividad favorita: viajar por los pueblos de Honduras. Su consejo a su descendencia es el mismo que recibió de su padre, la persona que más influyó en su vida: “respeten a la gente como es, acéptenla, nada de resentimientos con nadie, recuerden que hoy tienen, mañana no. Nada los debe amargar”.
Mientras conversábamos, desde el balcón se escuchaba la risa inconfundible de Melissa Callejas-Maduro, con quien comparte muchos rasgos de su personalidad, así como esa desbordante pasión por la joyería. Los que la conocen, saben que su capacidad de crear e innovar la definen desde niña. Y aunque estudió Turismo, tarde o temprano, su vocación triunfaría. Melissa pasaba sus vacaciones trabajando en la joyería familiar y tuvo una etapa como diseñadora en Carretones, una exclusiva tienda de moda en Tegucigalpa. ¡Su buen gusto siempre se hizo evidente!
De repente, su hermano Carlos le pidió que le ayudara por un mes en su taller de joyas, tiempo suficiente para que decidiera el camino a seguir. Ambos se prepararon profesionalmente en metales preciosos, gemología, diseño y administración, conocimientos con los que fundarían en la década de los ochenta Casa de Oro.
Los hermanos coincidían en su vanguardismo y en su interés en crear piezas exclusivas, de ahí que resultó fácil trabajar juntos y crear colecciones que han marcado tendencia y han dejado huella en la historia de la orfebrería hondureña.

Creadora de tendencias
Melissa aprendió desde muy chica a apreciar el verdadero valor, no solo económico sino sentimental o histórico, que pueden tener las joyas, “cada una tiene un recuerdo. Las clientas siempre nos cuentan sobre sus joyas, que se las dieron de compromiso, aniversario, que se las obsequiaron a sus hijas. Las joyas no tienen que ser de oro o tener diamantes para ser valiosas para las personas”.
Aunque ofrecían piezas hermosas, basadas en las tendencias globales, los hermanos querían crear algo propio, que reflejara la esencia de su país, “no queríamos seguir a nadie, queríamos ser originales”.
En los albores del siglo XXI, durante un recorrido por Copán, supieron cuál era su siguiente paso: la Colección Maya. Melissa nos mostró algunos de los primeros prototipos creados por su hermano, piezas esculpidas de manera perfecta luego de meses de investigaciones, no solo en libros de historia sino también en las milenarias ruinas y museos de Copán.
A finales de 2001, por encargo de la Casa Presidencial, produjeron una pieza que más que una artesanía, reflejaba en cada detalle el esplendor de una joya única que se fue perfeccionando hasta que en 2003 anunciaron el lanzamiento de la Colección Maya, una verdadera revolución con la que pusieron de moda el misticismo y la magia de nuestros ancestros.
A esa colección se sumarían otras, basadas siempre en nuestra herencia cultural: Mi Tierra, Lenca y la Religiosa. El equipo familiar, al que luego del cierre de Joyería Cantero se sumaría María Elena, ha liderado con excelencia la empresa por más de tres décadas, renovándose constantemente y sosteniendo una marca sinónimo de tradición, artesanía, calidad, belleza y vanguardia.
Heredera del charm de los Cantero
Melissa no podría sentirse más orgullosa de sus logros, con los que rinde honor a su apellido y especialmente a su madre, a quien tanto admira, “ella trata de ser correcta en todo y nos ha transmitido esa enseñanza. No importa tanto lo que hablas, sino el ejemplo que das”, dice con emoción y agrega, “mi madre ha sido, sin duda, el mayor ejemplo de vida para mí y para toda nuestra familia. Su fuerza, dedicación y amor incondicional han dejado una huella profunda en cada uno de nosotros”.
Menuda, activa y siempre con un plan en mente y una sonrisa en el rostro, Melissa heredó esa personalidad alegre de su abuelo y también su visión. Como toda Cantero, es espontánea y divertida y al igual que su madre, creció feliz como parte de una enorme familia que disfruta reunirse, viajar y compartir tradiciones.
“Una de las que no dejaría pasar es la del 31 de diciembre. Mi mamá cree que lo que te encuentre haciendo esa fecha es lo que vas a hacer todo el año. Entonces si ella quiere viajar, sale con una maleta alrededor de la casa, es una costumbre que nos hace reír a todas y que ha hecho toda la vida”.
En su corazón, late siempre la esperanza, la emoción de nuevos proyectos y la responsabilidad de rendir honor a su origen, “más allá de las piezas que he creado mi mayor logro ha sido mantener viva una tradición familiar. Haber inspirado a mi hija a seguir este camino es un regalo que no tiene precio”.

Proud mom
Madre, esposa, -casada con Ricardo Maduro desde 2009-, hija, hermana, amiga... cumple con amor todos sus roles, especialmente el de ser mamá, “es la experiencia más bella que existe en el mundo: ver a tu hijo, ser su ejemplo, educarlo... En esta etapa en la que Giulia está un poquito mayor, la amistad y compartir con ella es lo más lindo”. ¿Cómo se siente al ver todo en retrospectiva? Melissa no duda en decir, “agradecida con la vida. Ver a mi hija comenzar su camino en la joyería, acompañada de los valores y el amor que heredamos de mi mamá, es un privilegio que nos llena de orgullo. Esta etapa me permite disfrutar lo que amo mientras veo cómo mi hija florece”.
Como toda madre, desea heredarle un legado, que en su caso es “dejarle la convicción de que el verdadero valor de una joya no está solo en los materiales, sino en la historia, el amor y la intención con que se crea. Que trabaje con el corazón, con respeto por su oficio, y que sepa siempre quién es y de dónde viene”.
La complicidad, el amor, respeto y admiración que se profesan madre, hija y nieta es casi tangible. Hacen bromas, se ríen de ellas mismas, relatan anécdotas graciosas y no paran de soñar. Ese es el combustible que mueve los días de Giulia, el tesoro que Melissa y María Elena comparten.
Lovely girl
Hay personas que brillan como una joya antigua: no por su perfección, sino por la historia que llevan consigo. Giulia Bennett Callejas es una de ellas. Su vida ha sido tallada con momentos de amor, resiliencia y vínculos que la han convertido en una mujer creativa, sensible y profundamente conectada con sus raíces.
Hija única en el centro de una familia numerosa, Giulia creció entre dos mundos que siempre supieron amarla desde la libertad. “A pesar de tener padres divorciados, nunca dejamos de ser una familia”, cuenta.
De su papá, su alma gemela, el recordado Morton Bennett, heredó el amor por el diseño de interiores. Mientras, su mamá, su heroína, le mostró el poder de la joyería y que la fuerza femenina es capaz de sostener el mundo, incluso en los días más duros.
“Cuando tenía ocho años, además de ser mi mamá, ella se volvió mi papá. Se que le costaba mucho al principio, pero siempre mantuvo una sonrisa en el rostro. Es la mujer más valiente que conozco. La vida le ha dado momentos muy difíciles y los ha superado. Me dio la suerte de tener no solo al mejor papá sino también al mejor padrastro. Ricardo me ha enseñado lo grande y puro que es su corazón, hace todo con respeto y es la persona más correcta que conozco”.

Un camino inevitable
Giulia creció viendo cómo su madre transformaba metales y piedras en arte. “Todas las mañanas antes de la escuela me iba con mi mamá al taller. Una de mis cosas favoritas era pulir monedas... Iba de persona en persona puliéndolas y amaba ver cómo de una moneda casi irreconocible podía salir algo brillante”. Esa visión del brillo escondido es la que guía su forma de ver la vida.
Estudió en Savannah College of Art and Design, SCAD, donde comenzó con diseño de joyería y luego se especializó en Fashion Marketing. Aunque al principio intentó tomar otro camino, la joyería parecía seguirla a donde fuera.
“Honestamente, traté de pelear con la idea ser joyera lo más que pude, pero siempre terminaba haciendo algo relacionado”, confiesa. Hoy lidera su propia marca, Giulia Jewelry Shop, con piezas curadas por ella. “Tengo diseños que hice en la universidad que me encantaría hacer realidad. Y también, una colección con mi mamá”.
Además, hace dos años cofundó la agencia de Marketing Fortinnett, que cumple dos años en junio. Desde Honduras, junto a su socia y amiga Rita Fortino, maneja clientes en Estados Unidos, Venezuela, República Dominicana y Argentina. “Trabajar con alguien que me ayuda a ser más creativa y mejor persona cada día es una suerte”, dice.

Family first
A pesar de las tendencias que la rodean, Giulia no ha olvidado lo esencial: su conexión con la familia. Su media hermana es una de sus mejores amigas. Sus sobrinos son el centro de su vida. Y sus tías, a quienes describe como “segundas madres”, han sido testigos de cada paso importante.
“Tengo la suerte de tener a mis dos hermanos de parte de papá y a su familia materna, que se volvió la mía también. Mi familia es la más moderna que pueden imaginar y no cambiaría eso por nada. Ser parte de los Cantero es uno de los orgullos más grandes”, dice la chica de 25 años que conoce muy bien las historias de su bisabuelo Moy, como le llamaban.
Entre todos esos vínculos, hay uno que brilla con una luz muy especial: el de su abuela. “Nos reímos y peleamos casi al mismo tiempo”, dice. “Ella es alguien que muchos admiran...”. Y aunque sus confesiones más íntimas suelen quedarse entre ellas, es su abuela quien le regaló un anillo que nunca se quita. “Son de las cosas más especiales en mi vida”, asegura Giulia, quien también guarda con cariño un collar que le dio su hermana cuando era una niña.
Su estilo personal es sencillo, “classy, pero comfy”: jeans, t-shirt blanca, tenis, ballet flats y muchos accesorios. Pero hay algo más que pocos conocen. “No mucha gente sabe lo mucho que me gusta ser host y cocinar. Desde que regresé a Honduras comencé a preparar platillos para mi familia y amigas. Estoy tratando de hacer comidas sin preservantes, así que hago mantequilla, quesos, pan y pasta en casa”.
Su vida la definen los pequeños detalles que se convierten en memorias imborrables. Como las navidades en casa de la familia de su padrastro, con Santa Claus llegando con regalos, y todos —niños y adultos— tomándose fotos en sus piernas; o los duetos con su mamá al ritmo de “I Will Survive”, tema que cantan en la sala, como cuando era niña. Al final, Giulia no solo crea joyas. Las vive. En su familia, en sus recuerdos, en las palabras que guarda y en las que expresa con amor. Como ella misma lo dice: “Cada joya empieza con un material que sin manipulación no es tan bonito, pero cuando lo trabajas y le das forma, logras algo espectacular. Esa es la forma en que miro la vida”.
Q&A
Estilo: Si fueran una joya, ¿cuál serían y por qué?
María Elena: ¡Zafiro! Es una piedra que me fascina, me parece que va con todo
Melissa: Yo sería una perla porque siento que a las trigueñas nos combina la perla, nos ilumina y aclara el rostro.
Giulia: Esmeralda, porque es mi piedra del mes y siento que va con el color de mis ojos. ¡Me encanta!
Estilo: ¿Cómo se describirían una a la otra?
María Elena: Melissa es una persona especialísima para todos y Giulia está llena de amor.
Melissa: Mi mamá es alegre, un ejemplo de vida. Giulia es la alegría de la casa.
Giulia: Mi mamá es alegre y tiene una sonrisa súper contagiosa. Mi abuela es una persona social y es un amor puro, incondicional.
Estilo: ¿Qué enseñanza importante tienen de su madre?
María Elena: Yo tuve una madre que nos enseñó a respetar y a llevarnos bien unos con los otros.
Melissa: Mi mamá nos ha enseñado a hacer siempre lo correcto.
Giulia: Mi mamá me ha enseñado a no tener miedo de pedir ayuda.
Estilo: ¿Oro o plata?
Todas: Oro.
Estilo: ¿Joyas minimalistas o llamativas?
Todas: Minimalistas.
Estilo: ¿Aretes grandes o pequeños?
Todas: Medianos.
Estilo: ¿Look clásico o trendy?
Todas: Clásico.
Estilo: ¿Tacones o flats?
Todas: Flats.
Estilo: ¿Monocromático o full color?
Todas: Monocromático