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Por eso, el Papa Francisco quiso darles una luz de esperanza a todos los feligreses católicos en medio de esta crisis.

Bendición Urbi et Orbi del Papa
Desde una mojada y vacía Plaza de San Pedro, el sacerdote argentino ofreció una plenaria y homilía hacía todos los creyentes de la Iglesia, los cuales pudieron ver desde la pantalla de su televisor.
"Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa", expresó el soberano de la Ciudad del Vaticano.

Además, agradeció la labor de los médicos, enfermeros, encargados de supermercados, transportistas, limpiadores, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes y religiosas por aportar en estos momentos: "Podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes -corrientemente olvidadas- que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia".
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Francisco también otorgó la Bendición Urbi et Orbi, la cual sólo se imparte cuando se elige un Papa, en Pascua y Navidad, como respuesta al virus que azota al mundo. "En medio del aislamiento donde experimentamos la falta de los efectos, escuchamos una vez más el anuncio que nos salva: ¡resucitado y vive a nuestro lado! Dejemos que reavive la esperanza, manifestó durante el extraordinario evento.

Finalizó dando la bendición y motivó a los católicos a seguir confiando en Dios: "Esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la Virgen, descienda sobre vosotros la bendición de Dios: Señor, bendice al mundo, da salud al cuerpo y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil, Señor, y tenemos miedo. Pero tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repite de nuevo: no tengáis miedo y nosotros junto a San Pedro volcamos en ti todo nuestro agobio porque sabemos que tú nos cuidas".