Feminismo para principiantes

“Hola”. “Soy Marianella. Soy feminista”. Varios pares de cejas – masculinas – se levantan, y sus rostros palidecen. Ya me sé la historia. “Feminista... ah, entonces odia a los hombres. Entonces odia lo rosado. Entonces no quiere depilarse, se quiere arrancar el útero, y cree que los hombres somos un estorbo”. ¡Para nada, muchachos!

Soy feminista. Eso quiere decir que creo que los hombres tienen derechos humanos... ¡Y LAS MUJERES TAMBIÉN! (esa es la noticia). Significa que no nos pongo a nosotras mismas dos pasos detrás de ustedes. Siendo tan diferentes hombres y mujeres, tenemos derechos iguales, los mismos, igualitos, porque somos personas. Así de simple. Eso es todo, y lo demás es una caricaturización del feminismo. No todas queremos usar tacones, ser mamás, depilarnos, o recibir una flor en el escritorio el 8 de marzo. Lo que sí queremos, todas, todas, todas las feministas, es paridad de derechos y oportunidades.

¿Se imaginan que no nos pagaran un salario menor, teniendo los mismos logros profesionales? ¿Se imaginan que no nos tuviéramos que armar de gas pimienta, silbatos o movidas a lo kung fu, para salir a caminar por la calle? ¿Se imaginan que en vez de vernos las piernas o el escote, nos pusieran atención cuando hablamos? ¿Se imaginan que una niña no tenga que lavar los platos y recoger la ropa de sus hermanos mayores, solo por ser la niña de la casa? ¿Se imaginan no sentir miedo al entrar a la facultad de ingeniería, por ser minoría en un ambiente masculino y hostil? ¿Se imaginan que a las niñas en África no les mutilen el clítoris? ¿Se imaginan un mundo en el que nos traten... COMO PERSONAS? (“Ugh, esta una feminazi exagerada, loca resentida).

Si pensaste así, lamento mandarte a repasar historia. Si hubo alguien que trató a las mujeres como basura, fue Hitler. Digo, si me vas a insultar, por lo menos informate. Hay niñas – tus hijas, mi sobrina, tus primas – que no están esperando una muñeca o un juego de trastecitos en su cumpleaños, no porque esté mal una cosa o la otra, sino porque ya les contamos que pueden hacer miles de cosas más al jugar o soñar con el futuro: juegan a la astronauta, a la Angela Merkel, a la Serena Williams. Jugando les mostramos los espacios donde éramos mal recibidas, y ahora se vale triunfar. Nos contaron que éramos físicamente más débiles, menos capaces, malas para la ciencia y los números, y bueno, todo eso resultó falso. Ejemplos, sobran.

Y las diferencias entre hombres y mujeres, se acaban cuando hablamos de derechos humanos. A la dignidad, al a salud y a la educación, no les importa el género. de que nos sigan gustando los labiales o las pasarelas, o puede que no. Mira a Amal Clooney: se pueden llenar páginas de revistas de moda con sus atuendos, sí. Pero con su defensa por los derechos humanos en los tribunales, se llenan los libros de derecho internacional. Esa mujer está cambiando la historia.

Feminismo: no es bajarles el piso, muchachos. Es subir nosotras el escalón para estar en el mismo nivel. Porque en el mismo nivel – de humano, de persona – se vale tomar decisiones autónomas, aspirar a las mismas oportunidades, elegir o rechazar. Si me vienen con lo de que “eso es poco femenino” o “las muchachas decentes no hablan así”, entonces les tengo noticias: ¡2024! Estamos en 2024, y cada vez que una mujer dijo #metoo, golpeó la mesa y gritó #timesup, se anudó un pañuelo verde para que la dejaran decidir, nos hizo conscientes de que una falda o una corbata no determinan nada. Esta es una lucha de personas, de humanos, y por eso los hombres feministas, que los hay, son la prueba de que en algo, en algo, la humanidad sí evoluciona.

2024: año en el que mujerón no solo es la que desfila en la pasarela VS. Es la periodista que denuncia corrupción, es la maestra que atiende a sus alumnos en una escuela pobre de América, es la que sigue sembrando y cosechando en Asia, la que va por su tercera maestría, la que saca adelante su hijo autista, la que va a entrenar a las 4 de la mañana a la piscina fría, la que dijo “no más” y sacó al agresor de la casa, por dignidad propia y de sus hijos. La que llegó a CEO, la que quiere serlo y va a estudiar para lograrlo. No tenés que levantarte cuando una de ellas sale del salón. Bonito que lo hagás. Pero prefiero que mi mensaje te quedara claro. ¡Gracias por ponernos atención, caballeros!

¿Contamos con ustedes? Yo sabía que sí. Les conviene. Nos conviene a todos.