La historia de amor entre Isabel II y Felipe de Edimburgo comenzó en el verano de 1939, cuando se conocieron. Ella tenía trece años y aún la llamaban Lilibet. él, de diecinueve, era un apuesto cadete de la Real Academia Naval de Darmouth y sobrino de lord Mountbatten, que había llegado a puerto en el yate real Victoria & Albert, como invitado de los reyes y de sus dos hijas. Felipe fue invitado a cenar a bordo. Aquel joven muy alto, rubio y atlético causó sensación entre las hijas del rey Jorge VI y de la Reina Madre.
La relación comenzó como una amistad y luego de ese encuentro Isabel y Felipe mantuvieron correspondencia mientras él servía en la Marina. Ella lo esperó hasta 1946, sin prestar atención a otros pretendientes. El rey Jorge VI dio el consentimiento al compromiso en julio de 1947. Para entonces, Felipe, perteneciente a una rama empobrecida de la realeza europea, estrechamente vinculada a Alemania, ya había obtenido el pasaporte británico y adoptado la traducción inglesa de su apellido materno, Mountbatten.
La boda real tuvo lugar el 20 de noviembre de 1947 en la abadía de Westminster, la ceremonia fue oficiada por el arzobispo de Canterbury y el de York, con asistencia de toda la realeza europea, pero ninguna de las tres hermanas de Felipe, casadas con alemanes, fueron invitadas a la ceremonia, como tampoco lo fue el duque de Windsor.
A la boda, transmitida en directo por la radio BBC, asistieron más de dos mil invitados. Los reyes de Dinamarca, Yugoslavia, Noruega y Rumania, así como el Sha de Irán, fueron algunos de los asistentes. La entonces princesa se convirtió entonces en el décimo miembro de la familia real en celebrar su boda en esa abadía.
La princesa lucía un vestido diseñador por sir Norman Hartnell, cuya delicada tela fue tejida con la seda de gusanos de China en Lullingstone Castle. El diseño en color marfil y decorado con hilo de plata, bordados de tul y 10 mil perlas blancas importadas directamente de América, era discreto y de corte clásico.
Sobre el velo de tul brillaba una diadema de diamantes que le prestó su madre y que se le rompió momentos antes de partir hacia la Abadía. Finalmente el joyero de la corte pudo reconstruir la tiara y consiguió que quedara perfecta. Mientras, el ramo de la novia fue elaborado orquídeas blancas y de mirto, extraído del arbusto que había plantado la reina Victoria tras su boda.
Las damas de honor llevaban coronas en miniatura de flores blancas y lilas. Sus vestidos estaban confeccionados en blanco satinado y plata.
La pareja real recibió más de 2.500 regalos de todo el mundo incluyendo un caballo, 500 latas de piña, y 131 pares de medias de nylon... un bien muy preciado en la posguerra.
La fiesta se celebró en el Palacio deBuckingham. Como la boda se realizó tras la guerra, el racionamiento presentó un obstáculo para la creación del espectacular pastel de boda. La mayoría de los ingredientes se enviaron desde el extranjero. El pastel se hizo casi en su totalidad de los ingredientes dado como regalo de boda por Australian Girl Guides. La tarta, que se cortó con la espada del Duque de Edimburgo, pasará a la historia por su gran tamaño: estaba compuesta por cuatro pisos y pesaba más de 200 kilogramos.
El entonces primer ministro Winston Churchill definió el festejo como «un toque de color en el duro camino que debemos recorrer.
Los recién casados disfrutaron su luna de miel en New Hampshire, Estados Unidos y en el castillo de Birkhill ubicado en Escocia. En noviembre de 1948 nació su primer hijo, Carlos, y en 1950, Ana. Sus otros hijos, Andrés y Eduardo, nacerían en 1960 y 1964.