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La conmovedora historia de María Francisca Motz (Parte II)

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A corazón abierto, María Francisca nos cuenta los detalles de su romance con su amado Peter Motz

15/mar 2012

La relación de María Francisca y Peter comenzó como un amor a primera vista. Se conocieron en Tela durante una Semana Santa. "Era guapísimo y pensé que ese era el chavo con quién yo tenía que estar; ojos verdes, pelo ondulado, castaño claro, musculoso, alto, el sueño de cada niña de 14 años, pero nunca pensé que él se iba a fijar en mí. Yo era chaparrita, flaquita y nada especial, por lo menos como me miraba yo y fue impresionante ver que él se había fijado en mí". Al finalizar esas vacaciones, empezaron una relación que nunca flaqueó, vivieron separaciones constantes y según ella, tal vez eso fue el éxito de su relación, porque no estaban juntos siempre. Peter cursó su secundaria lejos y ella aquí en Honduras. Luego pasaron sus primeros años universitarios en Estados Unidos, también separados.

Cuando se casaron, María Francisca estaba a punto de cumplir los 20 y Peter tenía 22. Vivieron un año en Estados Unidos y luego regresaron a Honduras. El se iba a trabajar a la finca de lunes a viernes y ella se quedaba en casa, con su primer hijo, al que luego

se sumarían cuatro más, y el fin de semana, cuando él regresaba, le dedicaba todo su tiempo. La distancia, lejos de separarlos, los unió más. "La historia, en el libro, cuenta las diferentes tribulaciones que tuvimos, desde cuando no teníamos nada porque nos casamos
súper jóvenes. Aún recuerdo cuando compramos nuestra primera hielera, la cual existe todavía, y fue la mejor compra que pudimos hacer en nuestras vidas... él me dijo que quería casarse conmigo cuando yo tenía 17 años y me dijo ‘no ahorita, pero ya tenés reservada la fecha’. Nunca le dio miedo casarse, le encantó, odiaba estudiar, así que si significaba ir a trabajar y no tener que estudiar más, era lo mejor que le podía pasar en el mundo. Yo ya había terminado de estudiar y seguía estudiando casada. éramos tan diferentes, él era tan parrandero que si hubiera podido vivir toda la vida en fiestas, bailando y hablando, le hubiera encantado, mientras, yo era de las que temprano se iba a la cama.

Pero tuve que acompañarlo. No lo dejaba solo, así que me tuve que volver parrandera", dice mientras dibuja una sonrisa en sus labios.
Lo que más recuerda de Peter es lo romántico que era y lo bien que la hacía sentir, "la manera que hablaba de mí a otra gente, como me hacía sentir, nunca tuve ninguna duda que yo era preciosa porque él me lo decía constantemente. Entonces, no pasé tan mal esos 28 años, pensando que yo era la más bella", recuerda. Peter era el príncipe de sus sueños y quizás el que muchas mujeres desearían conocer alguna vez. Alegre, divertido y comprensivo, "me aguantó de todo, en mi carrera, cuando le decía que iba a sacar una maestría él me decía que fuera, aunque significara que él se quedaría con los niños, siempre me entendía y me apoyaba, era fantástico. Y la pasión por el fútbol era increíble, por eso el libro también relata esa pasión", dice con entusiasmo. Y es que Peter era gran seguidor del Olimpia y de la selección Alemana, así que a ella no le quedó más que seguirlo. "No era difícil, yo creo que es el verdadero éxito de una relación, que uno haga lo que no le gusta, pero que no lo encuentre difícil, sino que si estás con la persona que amas, bien. Y como nos veíamos poco, había que disfrutarlo", comenta. Después de tantos sueños juntos, la vida sin él ha sido una dura realidad. Y es que ahora resulta difícil vivir el presente e imaginar el mañana, "cuando pienso en el futuro hay muchas preguntas que antes no tenía. Nunca pensé que yo tendría la posibilidad de encontrar a alguien más, aunque ahora no la veo. Para mí todavía ese tema es una total negación, pero que yo se que también no puedo evitarlo a este punto de mi vida. Sólo veo el día a día y sólo veo cositas chiquitas".

El adiós

El secuestro de Peter Motz sacudió a su familia y conmovió a la sociedad. Y aunque muchos siguieron el caso a través de los informes policiales de los medios de comunicación, nadie sabe mejor que María Francisca lo que pasó. Ella nunca imaginó que la mañana del 4 de mayo de 2010 sería la última vez que vería sonreír a su amado Peter, quien ese día fue secuestrado. Fueron 28 días

en los que un cúmulo de emociones la agobió a ella y a toda la familia: la angustia de que le hicieran daño, la esperanza de encontrarse nuevamente con él, la desesperación por la posibilidad de no volver a verlo y la impotencia de querer rescatarlo y no saber donde se
encontraba. "Fue un tiempo horrible y no se lo deseo a nadie. Es ese miedo con el que uno se acuesta todas las noches pensando si le harán algún daño, qué horrores puede estar pasando… la mente y la imaginación te juegan sucio. Creo que la primera semana del secuestro fue la más terrible, pero el cuerpo humano tiene una capacidad increíble de adaptarse a todo. Para la segunda semana venía a trabajar, a cierta hora me iba a mi casa a esperar la llamada de quienes lo tenían y así iba día tras día" recuerda. Ella fue la comunicadora, quien tuvo contacto con los secuestradores y la encargada de negociar con ellos."Después del 4 de mayo, cuando lo despedí porque se iba a la finca, nunca más volví a hablar con él. Para saber que estaba con vida yo les hacía preguntas increíbles, -en el negocio del secuestro les llaman ‘preguntas de vida’- y él les daba las respuestas a las personas que lo tenían. La gente me decía que cómo era posible que le preguntara el color de camisa que andaba puesta cuando nos conocimos hace 28 años, y que él se acordara hasta del color de los shorts. Obviamente porque yo le pasaba enseñando fotos para que no se le olvidara. Esa era la única manera de conectarme con él. Trataba de hacerle preguntas para que supiera que estábamos pensando en él".

Desafortunadamente, los secuestros son un negocio muy bien establecido, con normas y pautas a seguir. "Me decían, ‘la van a llamar a este celular, usted les dice que la llamen de tal hora a tal hora, le van a pedir que consiga este tipo de carro para dejar el dinero…’, es impresionante como todo el mundo es tan práctico, desde los policías hasta todas las agencias que nos ayudaron, entre ellas la CIA de los Estados Unidos y la agencia alemana", comenta con asombro. Hace una pausa, y continúa relatando con dolor perceptible, "yo decía ¿por qué a mi? si yo no tengo dinero, trabajamos para vivir, el viaje que nos damos, la comida que pagamos, todo lo trabajamos, vivimos cheque a cheque y tratando de darle la mejor educación a nuestros hijos. Pero eso a ellos no les interesa, porque obviamente

uno tiene más que ellos en ese sentido y le dicen que uno tiene que conseguir dinero a como de lugar… A veces siento que tal vez pude haber dicho o hecho algo diferente pero mucha gente me dice que no es así. En aquel momento pensé que un comunicador extraño no podía hacer este trabajo, no iba a dejar la vida de mi esposo en las manos de alguien que no lo amara como yo. Es la cosa
más difícil que he hecho en mi vida".

Mientras la escucho hablar, llegan muchas inquietudes que no puedo contener ¿Cómo se encontraba él de salud? ¿Qué le decían los secuestradores? Con un tonode serenidad ella responde a todas mis preguntas, como si se tratara de una historia ajena a ella. "Ellos me prometieron que le darían sus medicinas para el corazón, pero no fue así. En la mayoría de casos gracias a Dios la gente secuestrada sale ilesa, pero en el caso de Peter no aguantó, no lo trataron bien, obviamente. No lo alimentaban bien, según dijeron los doctores y la autopsia, yo lo ví muy delgado cuando lo encontraron. En la autopsia se notó que no lo habían tratado bien. Peter era una persona demasiado buena, demasiado positiva y optimista. Gozó de este mundo por un rato. Conociéndolo a él, la gente que lo tuvo debió haber desarrollado ese sentido de aprecio a él, por más enojados con la sociedad que estuviesen, porque él era incapaz de hacer mal, a todo mundo le sacaba chiste, entonces creo que su cuerpo solo cedió y ya".

Su voz se quiebra y la luz de su rostro se apaga al recordar el momento en que supo que Peter había perdido esa batalla. "Es horrible. Fue una llamada bastante fría porque los agentes de la justicia así son, porque están lidiando con esto a diario y me dicen ‘le tenemos malas noticias, su esposo no aguantó, y aunque ya lo íbamos a rescatar, cuando lo encontramos ya había muerto. El murió el 28, según el forense, o la madrugada del 29. A mí me informaron el 30, supuestamente cuando fue identificado el cadáver. Los secuestradores dejaron el cuerpo en la vecindad de Mata de Plátano, a pocos metros de una posta policial, que créanlo o no, fue una cosa que agradecí, que tuvieron esa delicadeza de dejarlo en un lugar en el que sabían que lo iban a encontrar, en lugar de estar esperando semanas, meses o hasta años en busca de su cadáver. Aún recuerdo ese momento. Fue la primera vez que sentí que mis piernas no me respondían, caí al suelo, pero a los minutos o segundos de eso, quien me estaba levantando era mi hija de 17 años, quien estaba más cerca de mí, esto fue un domingo acabando de venir de misa. Inmediatamente pensé que no era posible que mis hijos tuvieran que lidiar con la muerte de su papá y que su mamá estuviera en el suelo. Ahí fue cuando Dios me dio la fuerza para
tomar las decisiones. Pero no fui yo obviamente, porque el cuerpo humano no creo que tenga tanta fuerza, agradezco a Dios esa fortaleza que no permitió que mis hijos vieran a su madre derrumbarse".

Luego de los análisis e investigaciones pertinentes, el cuerpo de Peter fue cremado, tal y como él lo pidió en vida. María Francisca guarda las cenizas y le ha hecho saber a sus hijos que al morir ella también desea ser cremada, y que sus cenizas sean depositadas junto a las de su esposo, en el mar de Tela, un lugar que marcó el comienzo de su historia juntos.

"Todos los días hago una oración: pido a Dios que mi corazón esté lleno siempre de amor y que en él no haya cabida para el odio. Estoy segura que él escucha mi clamor, porque verdaderamente no les tengo odio a las personas que hicieron esto. Sí me siento triste que ellos hayan decidido tomar este rumbo de vida y que no solamente le hayan hecho daño a mi familia, sino que sigan haciéndolo con otras personas. No se quienes son, ni quiero saberlo porque sería un poco difícil. No les deseo ningún mal. De hecho, deseo que encuentren al Señor y que sus hijos se eduquen, porque creo que todo esto es falta de educación. Eso tiene que ser producto de la fe. Si debo reconocer, que la habilidad que estoy teniendo para perdonar no es mía, tiene que ser algo más grande que yo".

Inolvidable
Más allá de la felicidad que le brindó en los últimos 30 años de su vida, Peter también la ha impulsado a desarrollar obras altruistas en su memoria. Inicialmente, María Francisca tuvo la idea de hacer algún tipo de fundación para la educación que llevaría su nombre, sin embargo, luego de consultar supo que era muy difícil. Pero eso no ha sido osbtáculo para que lleve a cabo obras en pro de la comunidad que alberga su finca. Hay una escuela que ha sido construida para los hijos de los trabajadores y gente aledaña, e incluso un teatro que lleva el nombre de Peter Motz. De sus planes como escritora, comenta entusiasta, "escribir es como una droga.

Ya tengo en mente el siguiente libro que va a ser una historia de amor en el exilio, ya me voy a lo ficticio". Los minutos dentro de su oficina han transcurrido rápidamente y se acerca el momento de despedirnos, antes de hacerlo ella quiere enviar un mensaje final, una
reflexión, "creo que todos los hondureños debemos hacernos una promesa de ser menos egoístas, yo creo que eso es todo. Que el que tenga bastante ayude, que el que tenga poquito ayude también, que dejemos de pensar en nuestro propio bien. Que cuando lleguemos a puestos gubernamentales, que no estemos interesados únicamente en sacar provecho para nosotros mismos. Que apadrinemos un niño con cáncer o con el labio leporino y hagamos algo por ellos sin decirle a nadie. Si dejáramos de ser tan egoístas, todo cambiaría".

Lee la primera parte de la entrevista en La conmovedora historia de María Francisca Motz (Parte II)

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