Riccardo Tisci ha entregado una colección de Alta Costura -repitiendo el formato por el que apuesta desde 2010, con fotos estáticas de frente y de espalda- coherente con su universo.
Edición tras edición, Riccardo muestra un nueva cara, inédita pero en consonancia con ese imaginario facetado en el que ha convertido Givenchy. Y afianza el paso andado mientras se dispone a dar el siguiente.
Para el otoño/invierno de 2012/2013 se rescatan patrones conocidos mientras se ahonda en una nueva silueta más recta, de columna.
La capas, capelinas y boleros -en piel y profusión de apliques- han coronado unos vestidos con caída libre de gruesos materiales, que confieren trazas de severo empaque y solidez en su estructura. Rigor que Tisci ha teñido del negro al marrón y al beis.
Y de nuevo, una pincelada de color rojo. Riccardo ha vuelto sobre el rojo en los detalles del bordado; un color que tenía en barbecho desde la primavera de 2006 -con vestidos plagados de lentejuelas, como cerezas escarchadas- o de 2008 -cuando brotó sobre la pasarela como una gota de sangre-.
Cortados al láser, los detalles de la colección remiten al futuro, mientras que la estructura -capas coccoon y las faldas rectas- nos devuelven a los sesenta.
Un eje cronólgico con la mirada puesta en el abigarrado vestir de los nómadas gitanos. Riccardo Tisci parece haber imaginado el perfecto encuentro entre Jackie O. y Daft Punk en una película de Emir Kusturica.
Vogue España