Desde su salida oficial de la realeza, el príncipe Harry ha hecho todo lo posible por trazar un nuevo camino junto a Meghan Markle. Pero esta vez, fue más lejos que nunca. Según reveló la prensa británica, el duque de Sussex contempló cambiar legalmente su apellido a “Spencer”, en un gesto cargado de simbolismo y rebeldía, que pone en jaque la imagen pública de la monarquía.
Harry Spencer: una declaración de identidad
El apellido “Mountbatten-Windsor” lleva el peso de generaciones, de protocolos y, para Harry, de heridas no resueltas. La idea de dejarlo atrás no fue un impulso pasajero, sino un deseo que creció tras su distanciamiento definitivo de la institución en 2020, su mudanza a California y el éxito editorial de sus memorias Spare.

Pero no lo hizo solo. Según fuentes cercanas, Harry abordó el tema en una conversación íntima con su tío Charles Spencer, hermano de la princesa Diana. Quería llevar con orgullo el apellido de su madre, símbolo de dignidad, independencia y dolor. Sin embargo, su tío le recomendó no hacerlo, advirtiéndole sobre las implicaciones legales y mediáticas de esa decisión. Aun así, la conversación quedó flotando como evidencia de cuán rota está la relación con su linaje paterno.
Sussex: el apellido que unió a su nueva familia
Aunque finalmente no cambió su nombre a Spencer, Harry y Meghan han adoptado “Sussex” como apellido informal para sus asuntos públicos y personales. Para Meghan, compartir ese nombre con sus hijos, Archie y Lilibet, es más que un acto protocolar: es una reafirmación de su familia elegida.
“Este es nuestro apellido. Nuestro pequeño apellido”, expresó Meghan en su serie de Netflix Con Amor, Meghan. No se trata solo de romper con el pasado, sino de construir algo nuevo con propósito, lejos de las reglas de palacio.

En el fondo, el deseo de Harry de llamarse “Spencer” dice mucho más que un simple cambio de nombre. Es una declaración emocional, un tributo a su madre y una muestra más de que el príncipe rebelde ya no quiere ser parte del cuento de hadas británico.