El Papa Francisco ha fallecido a los 88 años, dejando un vacío inmenso en la Iglesia Católica y en el corazón de millones de fieles. Su pontificado, marcado por la humildad, el compromiso social y una mirada inclusiva del mundo, transformó el rol del Vaticano en la era contemporánea. Con su muerte, el mundo despide no solo a un líder espiritual, sino a una voz progresista que desafió los moldes tradicionales del papado.
El legado de Francisco: una Iglesia más humana y cercana
Desde el inicio de su pontificado en 2013, el Papa Francisco mostró una voluntad clara de reformar la Iglesia desde adentro. Rechazó el lujo del Vaticano, optó por vivir en la Casa Santa Marta, y convirtió su papado en un símbolo de humildad.
Francisco abogó por los migrantes, defendió la dignidad de las personas LGTBIQ+ y pidió perdón por los abusos cometidos por miembros del clero. Además, dejó una huella ecológica con su encíclica Laudato si’, un llamado urgente a cuidar el planeta como casa común. Francisco acercó el Vaticano al pueblo, haciendo que millones se sintieran por fin representados.
Una neumonía silenciosa: la causa detrás de su partida
El Papa Francisco falleció a consecuencia de una neumonía bilateral complicada, provocada por una infección polimicrobiana que agravó su ya delicado estado de salud. La enfermedad avanzó rápidamente, y aunque fue hospitalizado en el Hospital Gemelli de Roma el pasado 14 de febrero, los tratamientos no lograron revertir el daño. La Santa Sede confirmó que, desde hace semanas, el pontífice luchaba contra esta afección respiratoria mientras continuaba con algunas de sus funciones públicas.
Su historial médico ya era complejo: desde joven había sido sometido a una ablación parcial de un pulmón, y en los últimos años enfrentó una serie de complicaciones, como problemas articulares, inflamación del colon y cirugías abdominales. Todo esto fue debilitando su sistema inmunológico, convirtiendo la infección pulmonar en una amenaza crítica.
A pesar de ello, Francisco se mantuvo activo casi hasta el final. Su última aparición pública ocurrió apenas un día antes de su muerte, durante la bendición Urbi et Orbi en la Plaza de San Pedro, donde, visiblemente frágil, pidió un alto al fuego en Gaza. Fue el último acto público de un papa que no dejó de trabajar por la paz y la justicia, incluso cuando su cuerpo ya no podía seguir el ritmo de su espíritu.
Sede Vacante: el protocolo tras la muerte del pontífice
Con la muerte del Papa, el Vaticano entra oficialmente en el periodo conocido como sede vacante. Esto significa que se suspenden todas las actividades ordinarias del papa, y el gobierno temporal de la Iglesia queda en manos del cardenal camarlengo, actualmente Kevin Farrell. Él es el encargado de organizar el funeral y de convocar al cónclave que reunirá a los cardenales electores de todo el mundo para escoger a un nuevo sucesor de San Pedro.

Durante este periodo, ningún cardenal puede adelantar decisiones trascendentales hasta que haya un nuevo pontífice.
¿Y ahora qué? Lo que viene para el Vaticano y los fieles
El próximo gran evento será el cónclave, una reunión secreta en la Capilla Sixtina donde los cardenales votarán hasta que uno de ellos obtenga al menos dos tercios de los votos. Una vez elegido, el nuevo papa será anunciado al mundo con la tradicional fumata blanca.

Más allá del protocolo, el mundo espera saber si la Iglesia mantendrá el espíritu reformista de Francisco o si tomará una nueva dirección. Mientras tanto, millones de católicos lloran la pérdida de un papa que, con gestos simples y palabras firmes, logró que la fe se sintiera más real, más viva y más humana.