Hay una chispa que se enciende cuando alguien encuentra su propósito, y Stephanie Anne lo supo desde muy pequeña. Entre libros ilustrados y cuentos antes de dormir, descubrió que las historias no solo se leen, se sienten. Hoy, esa niña que soñaba con Londres y se perdía en las aventuras de Narnia, ha convertido su pasión en palabras que cruzan fronteras. Con apenas su primer poemario, A Poppy Rose., Stephanie ha logrado algo extraordinario: conectar con lectores alrededor del mundo, tocando fibras profundas con su voz sincera, íntima y hondureñísima.

Desde muy pequeña, Stephanie descubrió su amor por la lectura. “Siempre fui apasionada por las historias, ya fueran las de los libros o las que escuchaba de mis padres, amigos y familiares”, explica en una entrevista exclusiva con ESTILO. Ese amor se convirtió pronto en una vocación. “Comprendí lo poderoso que es el arte de narrar y compartir experiencias”, confesa. Para ella, leer era más que un pasatiempo: era una forma de explorar el alma humana, de soñar y de encontrar consuelo.
A los ocho años, leyó Las Crónicas de Narnia y nada fue igual para ella. “Supe que algo dentro de mí había cambiado para siempre. Fue entonces cuando decidí que no solo quería ser autora, sino que entendí que este era mi verdadero propósito en la vida”. Aquella niña que soñaba con vivir en Londres —inspirada por Peter Pan y las ilustraciones de su libro de Disney— hoy camina esas mismas calles como escritora, recordando con cariño los primeros vuelos de Wendy sobre el Big Ben que un día le robaron el aliento.

Con esa pasión intacta, Stephanie escribió A Poppy Rose. “Durante años, estos poemas vivieron dentro de mí”, cuenta. Pero convertir pensamientos íntimos en un libro fue un acto de valentía. “El mayor desafío fue enfrentar el miedo a compartir mis pensamientos con el mundo... la vulnerabilidad es una de las mayores fortalezas de un escritor”, dice. El resultado fue una obra honesta, conmovedora y poderosa.
El camino hacia la publicación fue exigente. “Fueron varios meses de investigación, reuniones, ediciones y más ediciones, seguidas de interminables noches sin dormir”, revela. Pero el esfuerzo rindió frutos: A Poppy Rose. no solo fue publicado, sino que llegó a librerías icónicas como Barnes & Noble, The Notting Hill Bookshop, Waterstones, Amazon y Foyles. “Ver cómo mi trabajo llegaba a lugares tan emblemáticos me llenó de una satisfacción inmensa”, aclara.

La respuesta de sus lectores ha sido uno de los regalos más valiosos. “Han encontrado un espacio seguro en mis palabras, y eso me llena de un sentimiento tan especial que siento que está profundamente ligado a mi propósito en esta vida”, expresa. Cada mensaje, cada conexión, la reafirma en su misión de seguir escribiendo historias que toquen el alma.
Aunque se ha ganado un lugar en el mundo literario internacional, Stephanie lleva con orgullo su identidad hondureña. “La hondureñidad se refleja en las historias de mi tierra, la calidez de su gente, los colores vibrantes... Creo que mis raíces aportan un alma única a mi escritura”, comparte. Ser una escritora hondureña en un mundo globalizado, reconoce, es un privilegio y un desafío. Pero también una oportunidad para mostrar al mundo el poder de las voces que nacen en lugares pequeños con sueños grandes.

Actualmente, Stephanie acaba de terminar su segundo libro y escribe su tercero, una novela. “Es un proyecto completamente distinto a lo que he escrito antes, y la experiencia ha sido increíblemente enriquecedora y emocionante”, declara. Entre tableros de Pinterest, playlists de Spotify y un gran pizarrón en su habitación, está construyendo un universo literario que promete envolver a sus lectores.
Sobre su proceso creativo, confiesa que también enfrenta bloqueos. Pero ha aprendido a verlos como pausas necesarias. “Me sumerjo en nuevas experiencias... todo esto me recuerda que la creatividad no se pierde, solo necesita nuevos estímulos para florecer”.
Para quienes sueñan con escribir y publicar, Stephanie tiene un mensaje claro: “No pierdan la fe en su voz única. Es fácil desanimarse, pero lo más importante es ser persistente... Cada persona tiene una historia única que solo ella puede contar”.

Y si pudiera hablar con la Stephanie que empezó este camino, le diría: “No te detengas, sigue adelante... Aprende a enamorarte del proceso tanto como del resultado final”. Porque cada palabra escrita ha sido parte de una evolución constante, una transformación personal y literaria que la ha llevado a lugares que un día solo existían en su imaginación.
Los próximos años están llenos de posibilidades. Le encantaría explorar el romance, el suspenso y nuevas formas narrativas. “¡Tengo muchas ideas en mente y un gran deseo de explorar diferentes estilos narrativos!”, afirma. Lo que es seguro es que seguirá creando mundos donde otros puedan reencontrarse con ellos mismos, como ella lo ha hecho tantas veces entre líneas y letras.